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domingo, 11 de agosto de 2019

El último de los Thaürim

Hola lectores y lectoras del multiverso. Hoy os traemos la obra prima de Cristina García Trufero, obra presentada en el Celsius 232 con motivo de un concurso literario promovido por la editorial LiterUp. Concurso con unas bases muy concretas cuyo resultado queda bien marcado en el relato que os traemos.




Ficha


Autor/a: Cristina García Trufero
ISBN: 978-84-947717-1-2
Tamaño: 110x150 mm.
Número de páginas: 140, más un mapa muy detallado al final.


Sinópsis


Vaalir regresa de loo reinos de Endheled, la diosa de los muertos, para vencer a Daja Dek Bagon, el gran brujo que está arrasando todos los reinos de Ethirim. Sin embargo, en este segundo asalto contará con la ayuda de Magog, su criada, a quien han mutilado durante la ausencia de su señor.

Pero deben darse prisa: Vaalir no ha vuelto solo. El humo lo acompaña y amenaza con borrar sus recuerdos antes de cumplir su misión.


Reseña


«El Último de los Thaûrim» es una novelette, término que hace referencia al tamaño y extensión del libro. Esta vez nos encontramos ante una historia medieval fantástica en un mundo asolado por la guerra y la destrucción. Un terrible brujo, usando como ejército a una raza llamada sauriles, ha conquistado y destruido una gran parte de los reinos de Ethirim, que es el nombre que recibe el mundo en el que se desarrolla la historia.

En la Atalaya encaramos este relato con muchísimas ganas y con gran interés. Trata un tema que es muy serio pues todo el marco fantástico y la historia que narra, solo sirven para mostrar los efectos y los estragos que causa el Alzheimer. El humo no es más que esta enfermedad, que al ir avanzando, como el humo por el aíre, o La Nada de La historia Interminable (Michael Ende, 1979) va borrando cada recuerdo, incluso los más cercanos dejando recuerdos antiguos que llevan a la persona a perderse y no saber qué estaba haciendo e incluso no reconocer a quienes tiene al lado aunque sean sus seres más allegados. Una terrible enfermedad, que mata muy lentamente y que sus peores síntomas tardan años en aparecer pero que en esta historia le ocurren a un protagonista de tan solo veinticinco años y en poco tiempo.

Queremos empezar destacando la ilustración de cubierta de la increíble Libertad Delgado (@liberlibélula). Logra captar lo esencial del relato en sus trazos y en el uso del color, pues el humo, sin lugar a dudas, cubre a ambos personajes. 

Con respecto al mundo de Ethirim, Cristina nos ofrece un mundo muy rico en detalles, con páginas llenas de descripciones por lo que el lector puede hacerse una idea mental muy clara de dónde se encuentran los personajes. Cabe destacar la descripción de la ciudad de Iampoz, en el primer momento en que llegan y nos relata cómo está la ciudad la imagen mental que te llegas a hacer es totalmente de postal. Puedes incluso sentir el olor que se siente en sus calles. 

Lo que ayuda especialmente al lector a introducirse de lleno en este mundo fantástico son las pequeñas descripciones que aparecen antes de cada capítulo. Esas frases, que son citas de libros escritos en ese mundo, de relatos, historias y leyendas, le dan una profundidad enorme, tanta, que incluso deseas poder leer alguno de esos relatos. Hay uno en particular, que habla del amor —y esto no es spoiler —, con el que te quedas con las ganas de saber más.

Los personajes de «El Último de los Thaûrim» (palabra que es casi impronunciable correctamente), son bastante escasos. Al tratarse de una historia corta no se detiene a presentar más de los estrictamente necesarios. En ese sentido, nos encontramos con cinco personajes principales y dos o tres secundarios sin mayor importancia. 

El personaje principal es Magog, una elfa de pelo rojizo que cuenta la historia en primera persona. Tenemos un personaje que se presenta como alguien independiente, fuerte, decidida y capaz de cantarle las cuarenta a cualquier bardo o parroquiano de taberna que se presente. Sin embargo, cuando el relato empieza a ser contado por ella, la elfa que Cristina nos presenta es todo lo contrario a las tres primeras páginas. Es muy dependiente, prácticamente incapaz de valerse por si misma, pese a que llevaba ya un tiempo sola, y nos encontramos con que ha perdido un brazo. No diremos cómo ni cuándo para no hacer spoilers. En el momento en el que nos hablan de la pérdida de su brazo, nosotros esperábamos un desarrollo de personaje bastante más complejo, dado que la pérdida de su miembro es bastante reciente y eso debería haberle pasado factura psicológica, pero el personaje no lo demuestra de ninguna manera. Tan solo, se nos recuerda, mediante otros personajes, que ella está manca dando a entender el resto del tiempo que se las apaña muy bien y se olvida de ese detalle. El lector debe hacer un esfuerzo para recordar que el personaje solo puede usar un brazo, pero realiza todo tipo de tareas —inclusive ayudar a Vaalir a vestirse — como si tuviese aún ambos brazos. Bien, este es un universo de fantasía y Magog es un personaje ficticio de una raza ficticia como es la élfica, por lo que su psicología es la que la autora quiera. Este punto está muy claro, sin embargo, los pensamientos de Magog y su comportamiento parecen de lo más normal, estando más preocupada por Vaalir y su dolencia que por ella misma. ¿Se refugia en él? Es posible, pero el relato en ningún momento da a entender esto dejándolo por completo en manos del lector y lo que desee creer. Podría, creemos, haber mostrado algunos síntomas, como son dolores fantasmas (dolor en la extremidad ausente), intentar usar el brazo que ya no tiene, darse cuenta de ello y, por tanto, deprimirse y querer estar sola un rato. Algo que deje claro que Magog no solo lucha contra la dolencia de su señor, si no también, contra sus fantasmas internos. En la Atalaya entendemos que el formato de este tipo de libros es muy pequeño y, por tanto, es difícil desarrollar ciertos arcos argumentales como es debido, aun así, creemos que aquí había sitio para unas pocas pinceladas omitiendo ciertas cosas en las que se detiene la autora y que no aportan tanto al desarrollo de la historia. Tenemos, como ejemplo de algo que destacamos, cierta característica, que no es la nombrada, la cual le pasa factura psicológica a Magog haciendo que ella procure que no se note. Da pinceladas de esto, por lo tanto, creemos que podría haberlas dado sobre lo otro.

El segundo protagonista, y que da título a la obra, es Vaalir Winterlock, un miembro de la raza Thaûrim que ostenta el rango de Lord y, por tanto, es de la nobleza. Es, sin duda, el personaje mejor construido de la novelette. Imposible no notar lo que le pasa y que afecte al lector. Esto sin duda es lo más destacable de toda la obra. El carácter y la personalidad de Vaalir está presente en la novela constantemente y podemos sentir y ver como va cambiando a medida que el humo le afecta. Hasta tal  punto, que el relato obliga al lector a parar y soltar un juramento debido a lo bien plateado y desarrollado que está. Y es que, el personaje central es Vaalir, su dolencia y un tercer personaje que, aunque sale muy poco, es altamente relevante para entender ciertos pasajes de la historia. No los revelaremos para no hacer spoiler.

Aura es el tercer personaje en discordia. No hablaremos mucho de él, solo diremos que tanto ella como Vaalir se merecen un relato solo para ellos dos. Pues hay detrás una historia, que al menos en la Atalaya, nos gustaría leer.

Baruj es nuestro cuarto personaje. Un personaje humano, curioso y cuya presencia es más de soporte que relevante. Pero dado que dentro de la trama tiene cierto peso, creemos que es un personaje que debe ser nombrado aquí. Es humano y arquero. Con una puntería, bueno, no esperéis un Légolas disparando, no precisamente, ni tampoco a un Aragorn. No es que queramos comparar, pero es que las comparaciones involuntarias se presentan solas. La relación con Magog es digna de ser explorada más a fondo. Pero en la novela se dan las suficientes pinceladas para dibujar un cuadro que, claramente, es mucho mayor por lo que, en este caso, la autora cumple.

Por último, aunque no por ello menos importante, tenemos al brujo, al ¿antagonista? de esta obra. Su nombre es Daja Dek Bagon. No podemos contar mucho sobre este personaje, básicamente, porque no cuentan nada sobre este personaje. Solo que es el malo y es la principal amenaza del mundo de Cristina y que es lo que mueve a Vaalir. Pero no tenemos datos sobre el personaje, ni sus motivaciones. Parece, y lamentamos decirlo así, un malo de opereta. Sinceramente, llegó un momento en que el brujo nos dio igual. No nos importó el brujo, si no el viaje de Vaalir y Magog.

La aventura nos llevará desde el pueblo de Vaalir hasta una torre que se encuentra a bastantes días de camino. Durante todo el trayecto seremos testigos de relatos del pasado de los protagonistas, conoceremos personajes pero, sobre todo, seremos testigos de como Vaalir se va diluyendo cada vez más y más mientras Magog carga con su amo, incluso a niveles físicos muchas veces.

La forma en que está narrada esta obra es lo que se lleva, a nuestro ver, el punto más negativo. Ya que el formato no está reñido con la elección narrativa. La obra se presenta como un relato en primera persona, pero en muchos puntos, y de forma totalmente abrupta —y desconocemos si es a causa de la propia autora o del trabajo de maquetación — cambia de primera a tercera persona. Estos cambios tan abruptos conllevan a sacar al lector de la obra y a tener que pararse y preguntarse... «¿pero dónde estoy? Me he perdido». Tener que dar atrás y volver a leerlo para darse cuenta de que se había cambiado el punto de vista. En la Atalaya tenemos la idea preconcebida de que si un relato es en primera persona, este debe seguir así durante todo el relato y si hay un cambio este debe ser marcado de alguna manera, ya sea cambio de estilo de letra, o paréntesis o algo que señale que se va a cambiar ese punto de vista. El problema de escribir en primera persona es que no se puede contar lo que el personaje que la cuenta no ha vivido, no ha visto o no le han contado y si se lo han contado debe expresarlo en ese momento, no dejarlo ni para el principio ni para el final esperando que el lector caiga del guindo, porque probablemente, no lo haga y tenga la sensación de que es un error narrativo convirtiendo el relato en una obra mal escrita cuando no tiene porqué ser así.

Llegados a este punto debemos comentar los flashbacks que hay en la obra, porque los hay. Flashbacks, que tienen su razón de ser, pero que quitan espacio para desarrollar puntos más importantes. Hay uno en concreto que con un simple diálogo por parte de dos personajes se habría solventado de la misma manera y habría dejado sitio para esos puntos que se han quedado, desgraciadamente, descolgados. Estos momentos del pasado aparecen de forma abrupta en el relato sin que el lector, muchas veces, se de cuenta de que está viviendo un recuerdo y no un momento presente. Este puede ser más un error de decisión editorial a la hora de maquetar el trabajo que de escritura por parte de la autora. Por desgracia, de momento, desconocemos si esto es así o no. Una letra en cursiva habría sido suficiente o, en sustitución, una línea de párrafo que indicase que el personaje A o B se sume en un recuerdo. Ya está. Sencillo. Y ayuda a no sacar al lector de la narración como ocurre, una vez más, por desgracia.

Estos hechos empañan lo que podría haber sido un gran trabajo, solo enmarcado, por como la autora presenta, desarrolla y trabaja con los síntomas del Alzheimer, único punto que a nosotros nos ha gustado de verdad.






Opinión personal


Como sabéis somos dos en la Atalaya y tenemos impresiones muy diferentes con respecto al trabajo de Cristina García Trufero. Ambos estamos de acuerdo en que el trabajo realizado con el Alzheimer es soberbio, desgarrador y muy muy duro de leer. Mentiríamos si dijéramos que no nos ha afectado. nos afectó y debido a eso seguimos leyendo la obra y no la dejamos de lado por otras cuestiones.
Y estas cuestiones son precisamente el punto de vista narrativo, o mejor dicho, las elecciones a la hora de narrar la historia. No nos logró enganchar como otras sí lo han hecho. Nos ha dejado, en el mejor de los casos, indiferentes y en el peor con mal sabor de boca. 

Podríamos decir que en términos generales, a uno le ha gustado y al otro no le ha gustado nada en absoluto, llevándole mucho tiempo leerla debido a que se le hizo pesada y aburrida. Esto ha llevado a que tengamos que sentarnos y decidir cómo encarar esta reseña que habéis leído y qué puntuación darle. Sin duda, lo del Alzheimer ha sido el factor decisivo.

Esperamos, no obstante, poder leer alguna otra obra de esta autora que creemos se merece todo nuestro apoyo y comprensión con respecto a la envergadura que supone crear un relato en tan poco espacio y con tantos elementos como los que quiso jugar.

Yo dije, por mensaje privado en twitter, que haría la reseña con spoilers, pero no hay consenso en este punto y, por tanto, no los haré. Pero me quedo con las ganas, que conste. Ha sido muy difícil escribir esta reseña sin caer en el spoiler, pues muchos de los puntos por los que no nos ha convencido la obra se explican, precisamente, contando spoilers. En especial, el final. Pero ahí lo dejo.

Las batallas, a nuestro parecer, son claramente mejorables. No tienen epicidad ni emoción..., son planas. Llegan ha ser anticlimáticas totalmente. Les falta dinamismo, quedando la sensación de que son algo que tenía que meter pero que no tenía un gran interés en ello y se nota una gran falta de interés.

Si os gustan las obras de fantasía medieval fantástica, con momentos épicos, peleas memorables y un desarrollo de aventura, «El Último de los Thaûrim» no es ese tipo de historia. Es más bien el relato de la decadencia, el deterioro y dejar de ser uno mismo a causa de una terrible enfermedad. Parece un relato íntimo y personal sobre la vivencia con la misma, toda ella enmarcada y aderezada en un mundo medieval fantástico.

Desde aquí, queremos dar las gracias a Cristina, a la que conocimos en el Celsius 232 y que nos pareció una persona estupenda con la que daba gusto hablar. Lamentamos que esta reseña no sea lo que, quizá, ella esperaba pero tenemos que centrarnos en contar nuestro parecer, que no destrozar la obra de nadie. Ya hemos dicho varias veces que criticar algo no es destruir y dar una opinión siempre debe ser constructiva y esperamos haberlo logrado.

¡Hasta la vista!


Valoración 














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