¡Hola lectores!
Al habla Saetiel, el segundo vigía de esta atalaya. Es la primera reseña que escribo en el blog y lo haré de un libro que acabo de terminar de leer: «Nos robaron los te quiero», de Míriam Giménez Porcel.
Antes de entrar en tema, quiero avisaros de cómo irá esta reseña del blog. Ya notaréis que será diferente a las que, por lo normal, escribe mi compañera, Merigoll. Yo tiendo a enrollarme más y a dar muchas más explicaciones (como ejemplo esta introducción). Otra cosa que quiero dejar clara desde ya, es que esta entrada se compone de dos partes:
La primera será una reseña
sin spoilers de ningún tipo. Pero será breve, por lo que si deseáis leer una reseña sin spoilers y con opinión, os remito al blog del club
libreando. Ahí podréis leer la reseña que hice para dicho blog.
La segunda será una reseña con spoilers, ahondaré en la historia y los personajes y la destriparé cual cuchillo de pescadería. Por tanto, quedáis avisados. Pero como sé que no todo el mundo lee todo lo que hay escrito, indicaré visiblemente que empieza la zona spoiler.
Comencemos:
«Nos robaron los te quiero» es una novela escrita por Míriam Giménez Porcel, publicada por la propia autora, lo que significa que es autopublicación. La corrección del texto y maquetación del mismo corrieron a cargo de IMB Ediciones. El diseño de la portada es obra de Susanna Foguet Chamorro.
Ficha
Autor/a: Míriam Giménez Porcel
Editorial: Autoedición.
ISBN: 978-84-09-07503-4
Tamaño: 15x21 cm
Nº de páginas: 364 páginas.
Sinópsis
Teresa se ha mudado a Madrid y ha dejado atrás su vida en el pequeño pueblo de Fortuna, en Murcia. Se ha establecido en la capital y ha encontrado trabajo en una cafetería llamada «El Rincón de Shakespeare». Allí conocerá a Rubén, un joven abogado que la ayudara en la búsqueda de su hermana Violeta, arrebatada al nacer de entre las manos de su madre, Isabel.
Opinión Personal
Esta novela nos invita a realizar un viaje entre el Madrid de 1976 y el Madrid del año 2006. Durante el periplo, iremos cogidos de la mano de Tessa (Teresa), e iremos conociendo a una serie de personajes a medida que ella vaya ahondando en la búsqueda de su hermana.
Durante todo el relato, Míriam va mostrando al lector como es la vida diaria de cada uno de los personajes del elenco principal en Madrid. Así, estaremos con Teresa en la cafetería y con Rubén, su novio, en el despacho de abogados para el que trabaja. Compartiremos cenas con ellos y sus amigos y conoceremos a sus jefes y dueños de «El Rincón». Nos dejará entre ver como es la vida de aquellos que se llevaron a Violeta y, cuando por fin conozcamos a ella, sabremos la clase de mujer en que se ha convertido.
Todo el relato es pausado y se toma su tiempo para ir avanzando en la historia. Deja que el lector se empape de los personajes y los vaya digiriendo poco a poco, conociéndolos y haciéndose una idea de como son unos y otros. Convierte una historia que podría ir encabezada a ser un drama o una novela negra en una especie de «vida narrada» que hace pensar al lector de que bien podría ser una vida real. Pues pocas cosas son las que se podrían enmarcar dentro de la palabra ficción.
Se trata, pues, de una historia de personajes, narrada por personajes y que el lector va conociendo a través de los ojos de cada uno de ellos. Mientras que en otro tipo de novelas, la trama se construye mediante ella misma con el apoyo de los personajes, aquí, son los propios personajes los que van dando forma a la trama y a la historia. No hay nada dejado al azar y todo parece contado de la manera en que lo está para conseguir un objetivo en el lector: que saque sus propias conclusiones.
No podemos definir el género de esta obra enmarcándolo en algunos de los ya existentes. Es una historia de personajes, un drama familiar muy profundo, que afecta a cada uno de los miembros del elenco de forma muy concreta y nunca igual. Eso da una gran profundidad a los personajes y no puedes evitar no tener una opinión de ellos.
Míriam Giménez Porcel nos entrega su obra prima, trabajando una premisa —la de los bebés robados — nada sencilla y muy complicada de abordar sin meter la pata con facilidad.
En lo personal me ha gustado, pero por desgracia, no me ha encantado. Para mi gusto tiene un ritmo demasiado pausado y la forma en que se desarrollan los hechos no son del todo de mi agrado. Sin duda no es mi género y eso, lógicamente, ha afectado a mi percepción de la novela Aún así, en esta reseña, intento ser neutral y enfocarla objetivamente.
Lo mejor: Como desarrolla los personajes y ahonda en su psicología. Llegas a conocerlos bien, tanto para lo bueno como para lo malo. Los pocos trazos de novela negra que tiene, logran darle ese punto de interés a la historia que te espolea a seguir leyéndola, pero se quedan cortos.
Lo peor: El ritmo tan pausado de la historia. Cuando la cosa empieza a ponerse más interesante, la autora corta la narración y pasa a algo que resulta,a priori, innecesario y que no lleva a ninguna parte. El querer beber de diferentes géneros dejándolos a todos inconclusos.
Y ahora sí, llega la reseña con
Espero que haya quedado claro. ^^.
Quiero empezar esta última parte de la entrada del blog dejando claros un par de conceptos:
- Lo primero, es que respeto enormemente el trabajo de Míriam Giménez Porcel. Escribir una historia, del tipo que sea, conlleva un gran trabajo, tiempo y esfuerzo. Enseñársela a terceras personas es un paso muy importante para todo escritor, porque en ese momento está soltando al mundo algo que, hasta ese momento, era personal, privado. En pocas palabras, te expones voluntariamente. Todo trabajo, sea literario, musical, cinematográfico o artístico, merece un respeto por el mero hecho de haber sido creado. Tanto el trabajo, como su autor o autora, merecen el máximo respeto. Lo que me lleva al segundo punto:
- Las críticas. Criticar no es coger lo que otros han hecho y despellejarlo con saña, destrozarlo, señalarlo con el dedo y reírse de ello. Eso no es criticar, es destruir, y no lleva a ninguna parte. Una critica ha de ser, al ser posible, constructiva, y si no, no debe ser ofensiva. Se puede dar la opinión sin pisar el trabajo de los demás, respetándolo. Otra cosa no es hacer una crítica, no es dar una opinión: Es hacer daño por el placer de hacer daño.
Empezamos.
«Nos robaron los te quiero» no es una mala novela, las hay mucho peores, pero tampoco quiero hacer una comparativa en ese aspecto. Míriam nos ha traído una novela con muy buenas ideas pero que no ha sabido concretarlas muy bien en este, su primer intento. El ritmo que ha impuesto a su relato se hace cansino, pesado y tedioso en algunos puntos. Se ceba demasiado en situaciones y argumentos secundarios que dan la sensación de no llevar a ningún lado y, lo más frustrante, es que realmente no llevan a ningún lado. Están por estar, como si quisiera meter relleno. Puedo entender que haya querido imprimir un ritmo pausado y lento al relato, con el objetivo de dar a conocer bien los personajes que conforman esta historia. No me cabe duda de que la intención de Míriam es profundizar en los pensamientos y sentimientos de los personajes, pero incluso en eso, se queda terriblemente corta. No es que no llegues a conocerlos, que sí, es que llegas a quedar hasta el coco de Teresa y hasta las narices de César.
Y a Rubén a veces dan ganas de darle dos bofetadas bien dadas.
La novela comienza hablándote de Tessa, que es el apelativo cariñoso con el que la narradora se dirige a Teresa y que utiliza en casi todo el relato (pudiendo llevar a confusión, pero ni por asomo con los cambios de nombres que encontramos en El Silmarillion, todo hay que decirlo). Como decía, empieza con Tessa y de como fue su llegada a Madrid. Digamos que la historia empieza en lo que se conoce como in media res. Luego, pega un salto hacia atrás para hablarte de sus días en Fortuna y como era su vida allí, para una vez más volver al presente e incluso hacer un flashfordward, en la primera página del libro, en el que nos dice que ella y Rubén están visitando a sus padres, a los de ella claro, en el pueblo. Da la sensación de ser una escena algo tensa, pues deja caer que allí también está su, ahora exnovio, Isidro, personaje totalmente irrelevante en la historia pero que, en un momento dado, te da hasta pena el hombre por como ella lo acaba tratando. Pero no antes de que la historia nos de un meneo de adelante a atrás que termina perdiéndote, dando la sensación de ser una serie de ideas inconexas o malamente interconectadas, como si fuera escribiendo según le vinieran las ideas a la cabeza y que no se ha pasado después a darles sentido temporal.
Vamos, que en Pulp Fiction teníamos estos saltos de línea temporal de adelante hacia atrás, pero al menos veías las conexiones entre las diferentes historias y, al final, todo tenía una coherencia argumental. Aquí no. Aquí, literalmente, te pierdes.
Por suerte, este ir y venir no dura mucho, pero para entonces el lector ya habrá tenido que retroceder varias páginas para comprobar que no se había perdido nada, si no que es la historia la que va sin rumbo definido. Al menos, de principio. Como decía, esto no dura mucho, solo hasta que te das cuenta de que la narración ha saltado —de un capítulo a otro —a ser un enorme flashback en el que nos cuentan la historia de Isabel y Francisca, madre y tía de Tessa respectivamente, en el Madrid de 1976 y de como entraron a trabajar al servicio de Sofía della Vecchia, una anciana mujer adinerada cuya familia apenas atiende para ella y que tiene un nieto, César, que la va a ver algunos domingos y será con él con quien Isabel inicie un romance muy truculento que llevará, irremediablemente, a que la que debería ser su suegra, Leonor, le arrebate su hija recién nacida en el mismo hospital, con complicidad de una monja y del director del hospital.
Toda esta parte de la novela, la que transcurre en el Madrid de 1976, habría sido la historia que debería haber contado este libro. Opino que si hubiese empezado con Tessa en el lecho de muerte de su madre Isabel y que, a partir de ahí, nos narrara su historia, tendríamos entre manos una novela sobre bebés robados muy bonita —porque toda la parte de este periodo de la historia está estupendamente construido y da verdadero gusto leerlo —, con una historia de amor, en la que la antagonista principal es Leonor della Vecchia, de forma clara y rotunda, muy poderosa y que nada tiene que envidiar a las novelas románticas por excelencia, que habría encumbrado a los personajes al nivel que se merecían. Luego, al finalizarla, debería haberlo hecho con Teresa llegando a Madrid en busca de su hermana, dejando la puerta abierta a una segunda novela con un tono diferente, centrada más en la novela negra y con un toque de romance.
¡Vaya dos novelas que habrían sido! ¡Ahí, ahí estaba la historia que yo quería leer! ¡En el Madrid de 1976 tenía la historia para la primera novela y todo lo demás, la investigación y el vida de Tessa en Madrid era claramente otra novela!
Pero por desgracia no ha sido así. Míriam optó por juntarlo todo en una sola novela y equivocándose en la manera de juntar las historias de Isabel y de Teresa. Sí, se podría haber hecho en una sola novela, contando la parte de Isabel por capítulos separados e intercalados con la historia de Teresa. Algo parecido a lo que hizo Luz Gabas con su novela «Palmeras en la Nieve». Al estar mal identificadas cada una de las partes de la trama en «Nos robaron los te quiero», al lector le queda una sensación de frustración muy grande y una pena, por lo que pudo haber sido y no fue.
Los personajes son el punto fuerte de esta novela. Algunos no están muy bien trabajados, es cierto, pero otros son espectaculares.
César della Vecchia, padre de Violeta y, por tanto, el amor de juventud de Isabel. Es un personaje cruel, retorcido, con una idea de si mismo demasiado elevada y, además, siendo capaz de cometer los peores actor, bueno, mandar a otros cometerlos como a su esbirro y mano izquierda Gaspar. Ambos seres sin escrúpulos, pero siendo este último un mero seguidor y segundón, dejando a César como un verdadero cappo. Desde que César aparece en la historia, en el Madrid de 1976, te queda claro que él tendrá un papel muy importante y no hace falta que te digan que será el padre de Violeta, porque se ve venir a la legua. Ya en el Madrid de la época, César queda retratado como un mujeriego y un hijo de mil padres de mucho cuidado. En varios pasajes, se deja entrever que Isabel es poco más que un juguete para él, un divertimiento con el que hacer lo que le apetezca. Pero le sale mal el tiro y se enamora realmente de ella. Ya en el 2006, César es retratado como un hombre de negocios frío, cruel y como un marido, no diría tanto maltratador, pero que odia a su esposa es algo que está claro. Entonces la narración te lleva a los pensamientos de César sobre su hija, Violeta, y aquí el personaje pega un giro de ciento ochenta grados que hace saltar la liebre: Cuando se trata de Violeta, César es todo lo contrario: amante padre, cariñoso, atento, preocupado. No hay nada que no hiciese por su hija, y sobre todo, odia a su madre Leonor. La odia a muerte. Lo que deja totalmente claro que a Isabel sí la amaba de verdad. ¿Cómo habría sido la historia si César no hubiese renunciado a Isabel? ¿Cómo habría sido la vida de Isabel? Ahí lo dejo.
Leonor della Vecchia, madre de César y abuela biológica y materna de Violeta, es un personaje oscuro. Una mujer de la alta sociedad cuya posición y posición de la familia es lo primero para ella. No puede permitir, y no permite en ningún momento, que una persona de baja estofa, como es Isabel a sus ojos, tenga nada que ver con su familia. Cuando su hijo César, mujeriego, jugador y viva la vida, deja embarazada a Isabel, ella no duda en hacer todo cuanto sea necesario para que la joven tenga los mejores cuidados, las mejores atenciones y no le falte de nada hasta el momento del nacimiento. Entonces, pone en marcha su verdadero plan: Con la ayuda del jefe del hospital, le dicen a Isabel que nunca ha tenido una hija, que ha sido operada de apendicitis y que jamás volverá a ver a Violeta, nombre que, para hacer más daño, había sido elegido por la propia Isabel. No puedes evitar odiar a Leonor. Es un personaje odioso y lo es porque está muy bien construido y llevado. Desgraciadamente, desaparece de la narración en el Madrid de 2006, apareciendo como personaje secundario y del que nunca sabemos si recibirá o no el merecido que estás deseando que obtenga. Míriam casi se olvida del personaje, saliendo únicamente para dejar claro que su hijo César, la odia por lo que le hizo a Isabel y por obligarle a él a aceptarlo.
Teresa Picada es el personaje principal de la historia. Toda la novela corre a cargo de ella y vemos la mayor parte de los sucesos desde su perspectiva. En la novela, el personaje no hace otra cosa que conocer a Rubén, empezar a salir con él, trabajar en « El Rincón de Shakespeare» y ponerse nerviosa cuando él, su novio, avanza algo en la investigación. El único papel importante que tiene, realmente, en la historia es cuando ella y su tía, Francisca, van al hospital a conocer finalmente a Violeta. ¡Y esto sucede al final del relato! Todo lo anterior, no ha conducido a nada. Salvo a conocer al personaje, pero las cenas con sus amigos, su trabajo en el café, su rutina mañanera, son cosas que al lector no le interesan en lo más mínimo y, además, el personaje tarda dos años en comenzar a buscar a su hermana tras llegar a Madrid. Esos dos años los pasa en un piso compartido, de ahí sus amistades Cristian y Estefanía, y luego se va a vivir con Rubén, ¡pero como condición de que él investigue el paradero de Violeta! Para entonces, estás hasta las narices de la vida cotidiana de Tessa. Y es justamente esto lo que ralentiza la narración y te hace plantearte, muy seriamente, el dejar de leer el relato. Tessa está bien construido, sí, pero lo que no está bien llevado es la narración del personaje. A lo largo del relato sabes que ella se apartó de Isidro y, medio le despreció —en el relato asegura que él es un imbécil por pretender que ella se quedara para siempre a su lado —, porque la noticia de tener una hermana secreta a la que habían arrebatado al nacer a su madre la ha afectado enormemente. Tessa es un personaje muy sentimental y eso queda claro en el relato. Pero también es impulsiva y necesita de Rubén para controlar sus impulsos.
Rubén, novio de Tessa, es abogado. Es un joven jovial, encantador y que tiene a Teresa, literalmente, en palmitas. Se podría decir que es el novio perfecto. Conoce a la perfección a su novia, sabe cuando está mal y cuando se está comiendo la cabeza por algo. Sabe que si dice tal o cual cosa ella reaccionará de una manera u otra. Jamás le impide hacer nada, salvo aquello que es claramente perjudicial para ella, como tomar decisiones precipitadas. Este personaje está en la novela como pilar y sustento de Tessa y para que sea él el que inicie la búsqueda de Violeta. Sin él, te queda claro que Tessa no iba a mover un dedo, ¡porque no sabría cómo hacerlo! Desde ese momento, la búsqueda de Violeta recae en los hombros de Rubén, un Rubén que vive por y para Tessa. No se sabe nada de sus amistades, salvo las que comparte con Tessa, ni de sus inquietudes y deseos, salvo que estén relacionados con Tessa. Y es que su vida gira en torno a Tessa. En ese sentido el hombre de pena. Parece que si Tessa le falta se muere. Y es que la ama con locura, pero ella parece absorberle toda su vida. Eso sí, ella nunca dejará de ver a sus amigos, algo que él no está obligado a compartir, yéndose a la cama para dejarla a ella y a Cristian y Estefanía juntos. Cuando atacan su despacho y el bufete de abogados para el que trabaja, es cuando te dan ganas de darle dos collejones bien dados. A él y al resto de los que allí trabajan. Poneos en situación, acaban de atacar su lugar de trabajo, especialmente su despacho, con una pintada que reza «te vamos a parar los pies», cortesía de César por investigar a su hija. ¿Y qué hacen ellos? ¡Se ponen a colocar las cosas y no están seguros de llamar a la policía hasta que les aconseje el detective privado que tiene contratado para espiar a los Vecchia! ¿En serio? ¿De verdad? ¿Pero vosotros no sois abogados? Terrible. En ese momento el personaje de Rubén cae en picado y ya no se recupera. Sobre todo, porque su implicación en la trama desaparece por completo.
Violeta della Vecchia. Hija de César de la Vecchia e Isabel Picada, hermana de Tessa. Mujer con problemas estomacales —debido a un embarazo que el lector adivina en cuanto sale el personaje por primera vez en la página 281 — y un enorme nerviosismo cuando se trata de iniciar un viaje, previo que no durante. Es una chica que recuerda enormemente a su madre, tanto física como de personalidad, aunque en el relato te dicen que tiene el carácter de su padre. Aparece en un momento del relato en el que al lector ya no le da tiempo a conocer ni a empatizar con ella. Cuando aparece, el personaje te da, literalmente, igual. Hasta ese momento, te han estado hablando de ella. La mencionan, te dicen que ha estudiado en Londres y que allí se echó un novio con el que vive en Sevilla. Vale. Poco más. Desde que el personaje sale hasta el final de la novela, lo único que te queda claro es que vomita y tiene problemas estomacales. Que su novio Flavio es simpaticote y que él y César se toleran, pero ya. Violeta acaba en el hospital, se entera de que está embarazada y que es una bebé robada por su propia abuela. ¡Todo a la vez! Y es que la escritora deja que el médico le diga que está embarazada habiendo dos extrañas con ella en la habitación. ¡Ahí es nada!
¿Y cuál creéis que es la reacción de Violeta? ¿Las llama locas? ¿Les pide que se larguen de allí? ¿Las amenaza con llamar a la policía? ¡No! ¡Para nada! Al principio da muestras de incredulidad, pero eso dura..., bueno, dura una línea de diálogo. Luego lo acepta y la narración pega un salto de ocho meses en el tiempo y Violeta ya va a Fortuna a conocer al padre de Tessa y a sus hermanos y la narración acaba.
Ya. Ala. Que te preste. ¿Y todo lo que te has comido? Pues todo lo que te has comido no te ha servido para nada. Solo ha sido para que el libro no fuera de cincuenta páginas. Nada más. Porque la autora no deja que esa nueva relación se desarrolle. No da pie a ello. Tampoco sabes qué pasa con César y con su madre y la empresa de la familia. Sí, César termina hiendo a comisaría a ser interrogado —por el asesinato de Marta Durán, secretaria del director del hospital que ayuda a Rubén a buscar información sobre Violeta —, pero no antes de que López, el policía encargado del caso, con pruebas de que ha sido cosa de César, vaya a buscarlo a su casa la noche en que Violeta termina en el hospital y, agarraos fuerte, ¡le deje ir a verla citándose con él a las doce del medio día del día siguiente en comisaría! Pero a ver, alma de pollo, ¿no has ido a buscar a ese tipo, al que además tienes ganas, con dos agentes uniformados, a su casa para llevarle detenido? El tipo le da más de doce horas para deshacerse de las pruebas y desaparecer. Pero no, César se persona en comisaría y deja al lector imaginarse el resto y, de paso, le deja con cara de WTF.
Esta última parte, que tenía mucho potencial, tampoco está desarrollada y deja aún más coja la narración.
La autora quería que Tessa y Violeta se encontraran y estuvieran juntas por fin, pero el modo de hacerlo deja claro que el final es precipitado. Hecho rápido y corriendo. Totalmente insatisfactorio.
En fin, un montón de buenas ideas pero que claramente no ha sabido llevar a buen puerto, dejando esta «Nos robaron los te quiero», en un «quiero y no puedo».
Hasta la próxima.
Valoración